sábado, julio 30, 2005

Estampas trekkies

La juventud está fatal. Los reality, los telefonos móviles, las drogas diseño, la comida basura corrompen a las nuevas generaciones. Ni siquiera el vástago del malogrado y querido Copito de Nieve, pudo sustraerse de la nociva influencia de las modas modernas en el episodio “Una pequeña guerra privada.”

viernes, julio 29, 2005

Soy la alegría del Hogar Zito

Variación 1: Pequeña Morla

"¡Hoy estrenan Charlie y la fábrica de chocolate!"


Variación 2: Dr Zito
"¡Como me voy a poner a chocolate!"

miércoles, julio 27, 2005

Kippel, picnic, cerillas

Esto funciona así.

Un artículo de Viruete sobre el blog como fenómeno. Una imagen poderosísima: Cientos de miles de blogs a la deriva, conteniendo sólo “la letra de una canción de Nirvana, unas fotos de Yonkis de parecidos razonables y cuatro líneas dedicadas a lo que molaba Pumuki.” No son los alienígenas e incomprensibles objetos de Picnic junto al camino. No delimitan una Zona prohibida en la que uno querría arriesgarse a entrar. Más bien son el dickiano kippel. Un océano de detritus, de entropía orgánica que sin embargo no ocupa ningún espacio.

La blogosfera a punto de caramelo metalingüistico. Mr Glasshead escribe un lúcido y certero comentario sobre el primero. Sobre todo. Yo lo encuentro, lo guardo y se lo traigo a ustedes.

Mientras, en el mundo más o menos real, en nuestras casas, hay albornoces rosas, hay cajas de cerillas y cartas con propaganda, relojes de Alf y tarteras de PacMan, hay el tupé de William Shatner. Más desperdicios, más desechos que acumulamos en parte gracias a eBay. Y un cantautor underground, Weird Al Yankovic, que canta sobre todo ello a ritmo de Back Street Boys. E Higronauta, que lo encuentra. Y yo que lo meto en mi bolsillo y se lo presento a ustedes.

Pero háganme el favor. Cuéntenme qué piensan.

Actualización

Luego Frunobulax y Strg. Attractor encuentran este post; y lo mencionan, y otros lo leen y la retroalimentación continúa…

martes, julio 26, 2005

Artefactos psicodélicos: El tiempo pasado puede ser mejor

Museo Pajero es una recopilación de objetos encontrados y aberrantes, síntomas de la enajenación pajera de sus dueños. Pero además, está abierto a todo aquel que quiera contribuir. Yo he rebuscado por los recovecos del Hogar Zito en busca de algún ítem que me otorgara el acceso a semejante olimpo pajero, pero el destierro resulta un hábitat inhóspito para la acumulación inútil.

Lo más cercano que he podido encontrar, al menos en espíritu, es una recopilación en cuatro CDs de oscuros éxitos del garage-rock de los 60, titulada “Nuggets: Original Artyfacts from the Psychedelic Era 1965-1968,” la versión extendida y modernizada de un mítico vinilo doble publicado en 1972 por Lenny Kaye, quien se convertiría más tarde en guitarrista de Patti Smith. Una colección de canciones, en ocasiones desconocidas incluso para los expertos, que cambió la historia del rock.


Estamos ante un documento histórico de primera magnitud. El testimonio de una época gloriosa en la que se calcula que mas del 60% de los jóvenes norteamericanos menores de 20 años era miembro de algún grupo más o menos amateur (¿se imaginan algo remotamente así en estos tiempos que corren? Otro gallo nos cantaría, y no sólo musicalmente hablando). Una época en la que cualquier puñado de imberbes se hacia con tres o cuatro acordes y montaba ipso facto una banda, generalmente llamada The Algo. Una época de éxitos regionales, vendavales sonoros que arrasaban las radios locales de seis o siete estados, pero que permanecían afortunadamente ignorados por las discográficas nacionales.

La British Invasión del 63 sirvió de catalizador de este movimiento que ya andaba bullendo desde un par de años antes. El garage se caracterizaba por su ingenuidad y por su variedad de estilos. Algunos grupos recorrían vertientes más soul, otros adquirieron un tono decididamente festivo, otros se vistieron con los ritmos de la psicodelia (aquellos fueron los tiempos de los primeros coqueteos con el LSD). Pero seguramente las que más perduraron fueron las bandas que tomaron la senda de la ferocidad lujuriosa: The Kingsmen con “Louie, Louie”, The Amboy Dukes con “Baby, please don’t go” o The Standells con “Sometimes good guys don’t wear white.” Todos ellos fueron one-hit wonders, grupos de jovenzuelos rebeldes e inocentes, que exclamaron “¡yo también puedo tocar así!” cuando un buen día escucharon por primera vez a Dylan, o a los Beatles o a los Rolling Stones, y que agarraron dos guitarras y una batería y se dedicaron a tocar simplemente rock. Sólo Vietnam y la prohibición de pinchar álbumes locales en las emisoras de radio pudo acabar con ellos.

Lo que hubo a continuación quedó irremisiblemente marcado por lo que ocurrió aquellos años. Nuggets fue el disco de cabecera de Iggy Pop o los NY Dolls y el punk, aunque quizá fuese más lineal y menos diverso, fue el claro heredero del espíritu garagero. Como dicen en el libreto incluido en este lujoso cofre, “todos los que vinieron después eran jovenzuelos que copiaban a unos chicos americanos de los 60 que a su vez copiaron a otros chicos británicos de los 60 que a su vez copiaron la música negra de los 50.” Aquellos chavales crearon su propia cultura, acuñaron su propio significado al termino cool. ¿Qué queda de todo eso? Hoy tenemos nuestra propia versión postmoderna (una versión que desconfía del uso de tal distinción) del concepto con el que iniciamos el post, el focomelismo o la focomelidad, en todas sus variantes; esto es, el saltarse educaciones técnicas para programar o tocar música, preocuparse sólo por el concepto, echarle cara y por el camino dejar de ser un consumidor pasivo. Werden dixit.

Les he subido cuatro pildorazos de Nuggets para consumo inmediato. Ya saben: pinchen y sigan el link.

Nobody but me – The Human Beinz. Durante algunas semanas muchos no pudieron creer que Nobody but me estaba interpretada por unos chicos blancos. Una especie de versión apócrifa de “Gimme some lovin” y en la que el inicial "no-no-no-no" te agarra y no te suelta hasta el final.



Double Shot (of my baby’s love) – Swingin’ Medallions. Los Swingin Medallions representaban la cara más jacarandosa del garage. Eran ocho y se lo tomaban todo a guasa. Si no cómo se explica que transformen la típica historia de amor adolescente en la de una chica de cariño tan poderoso que emborracha. Y además deja resaca.


Psycho – The Sonics. Verdaderos artífices del protopunk, The Sonics poblaban el lado más sucio del garage. En realidad, unos poquitos acordes que se repiten una y otra vez. La distorsión y una voz abrasiva se encargan del resto, con arrolladores resultados.



Wooly Bully – San the Sham & The Pharaohs. Un clásico que, si recuerdan, sirvió de melodia a un anuncio de Camy de hace la tira de años. “Uno, dos, one, two, tres, cuatro!


Estas son solo cuatro de un total de 118 canciones contenidas en este cofre del tesoro. Podrán encontrar unas cuantas más en casa de Menor, quien incluso gestó una recopilación bajo el nombre de “Garajeros extranjeros”. Únanse a Salveta, D. Julito, Stevie Cannell y un servidor y háganse con una copia de Nuggets tan pronto como puedan.

No, no hace falta que me lo agradezcan. Pueden ir en paz.

lunes, julio 25, 2005

They're coming to get you, Barbra

Suban el volumen de sus altavoces, pinchen en la imagen y relájense. Nada mejor para comenzar la semana.

Gracias Gam.

domingo, julio 24, 2005

Estampas trekkies: In memoriam


En realidad, nunca oyó decir la frase que le hizo famoso, “Beam me up, Scotty.” Se ocupó de mucho más que de teletransportar a los pasajeros del Enterprise. Fue su ingeniero jefe. Incluso contribuyó a salvar la galaxia de la amenaza del Imperio Kelvano, gracias a una centenaria botella de whisky, en el episodio “Con cualquier otro nombre.”

Hoy recordamos al Teniente Comandante Montgomery Scott, alias John Doohan. Descanse en paz.

viernes, julio 22, 2005

Tres libros

Me cuentan que el verano aprieta por ahí y que en la Madre Patria hace un calor que parte el alma. Y yo aquí tan feliz, con mis veintipocos grados. Debe de ser ese enfriamiento mio el que me hace observar extrañado cómo tantos blogs echan la persiana por vacaciones. Pero no se preocupen. Su doctor preferido mantendrá este Gabinete funcionando a toda máquina un par de semanas más. Hasta que el cuerpo aguante. Pronto sacaremos el confeti y los matasuegras que guardo en el cajón porque hay un par de eventos por celebrar. Después, ya veremos.

No les voy a negar que a mi me apetecen unas vacaciones. Aunque solo sea por leer relajadamente y con tiempo por delante. Y es que acabo de salir de una de las experiencias lectoras más extrañas de mi vida: Tres meses he necesitado para terminar Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay. Que sí, que es un libraco, pero ¿desde cuándo me hace falta tanto tiempo para leer algo que me gusta? Debe de ser que me hago viejo. Mientras tanto, ahí sigue Pequeña Morla, incansable, dale que te pego con su Harry Potter VI. La otra noche se quedó dormida con el mamotreto en las manos. Animalito.

Pero ya me voy resarciendo. Por no querer darme otro atracón, comencé mi convalecencia literaria con lo último de Alex Garland, una novelita titulada The Coma. El tipo mola. Todo el mundo le pedía La Playa 2 y él, valiente, se saca de la manga una obra marciana que narra las tribulaciones puramente mentales de un hombre que cae en un coma profundo tras ser brutalmente apalizado. Poco después despierta, los médicos le mandan a casa, pero nada parece encajar. No les quiero contar más, pero la contagiosa alienación que el personaje siente ante sus viejos amigos, su secretaria, la enfermera, no es casual. Saltos, una narrativa austera y frustrante, páginas sin numerar y las ilustraciones del padre del propio Garland (caricaturista del Daily Post) contribuyen a un crear un extrañísimo y enigmático conjunto que se lee en un suspiro. Yo me regocijé sádico pensando que quizás aquel pobre hombre, después de todas sus desventuras, se despertaba en el desierto hospital de 28 días después.

Pronto caerá también Millenium People, del maestro J.G. Ballard, que en España ha sido traducida como Milenio Negro. Ballard es uno de mis favoritos, un favoritismo cimentado en sus recientes libros, porque me da suma pereza sumergirme en sus primeras obras (más oníricas y alegóricas, según dicen). Millenium People (me niego a usar el titulo en castellano) es la presunta conclusión de una supuesta trilogía, iniciada con Noches de la Cocaína y Super-Cannes. Es cierto que las tres son thrillers detectivescos y que todas despliegan el menú de psicopatías cotidianas a las que nos empuja la sociedad como fondo y trama. El libro se abre con la explosión de una bomba en el aeropuerto de Heathrow y con la investigación que David Markham, ex-marido de una de las víctimas, lleva a cabo tras el suceso. Markham entra en contacto con los residentes de Chelsea Marina, otra comunidad cerrada más (tras las anteriores Eden-Olympia y Estrella del Mar), que planea comenzar una revolución, hartos de impuestos, parquímetros, hipotecas, sanidad privada y de la pulsión consumista que el tardocapitalismo les inocula. Ya sólo el concepto de que las clases medias se conviertan en el nuevo lumpen me fascina, aunque reconozco que la idea también me resulta tan ridícula que temo que Ballard fracase en el intento de hacerla verosímil.

También creo que me atreveré finalmente a sacar del armario Cloud Atlas, del superpremiado David Mitchell. Uno de esos libros que compras en un impulso, porque te lo recomienda alguien de quien jamás lo habrías esperado. No les puedo contar mucho sobre él, más allá de que me tiene intrigadísimo. Presuntamente, la narración comienza con un notario norteamericano que en el siglo XIX escribe un diario mientras viaja en barco hacia las islas del Pacifico. Estos diarios son desenterrados 80 años más tarde por un joven compositor británico que trata de desbancar a su sifilítico maestro. El aprendiz conseguirá su objetivo y contará su historia en cartas dirigidas a su amante y que salen a la luz cuando éste, un científico nuclear, es asesinado en los 70. El crimen es investigado por una periodista, cuyas indagaciones la llevan a un editor en Londres que es finalmente internado en una “casa de descanso”. En un oscuro futuro cercano, un clon esclavo ve el telefilm basado en la vida del editor mientras espera a ser ejecutado. El libro se cierra con el relato de un nuevo salvaje que, tras la caída de la civilización, se ha refugiado en las islas del Pacifico donde el libro comienza. Un juego de muñecas rusas que no suena nada mal, ¿verdad?

miércoles, julio 20, 2005

Alimentos del infierno (americano)

Vuelve al Gabinete esta estupenda sección copiada sin piedad del descacharrante “Semos lo que comemos” de Lametones de Amor. Sí señora, en este blog se copia. Y mucho. Porque todo vale en el amor y en la guerra contra el kippel de la blogosfera. Aunque, por supuesto, nuestra versión adquiere ese tonillo (o tufillo) ligeramente intelectualizante que caracteriza a este su sociopático y seguro servidor. Pero metámonos en harina de una vez (risas). Nuestros alimentos infernales de hoy nos llegan desde el otro lado del charco (pueden leer la anterior entrega de "Alimentos del Infierno" aquí).

Sí amigos. Cuando el 2 de Septiembre de 1945 terminó definitivamente la Segunda Guerra Mundial, se selló el destino alimenticio de futuras generaciones. El Plan Marshall trajo consigo no sólo prosperidad económica a las sufrientes naciones europeas sino también permitió que se diera a conocer mundialmente la gastronomía norteamericana que, como todos sabemos, es notoria por su variedad, buen gusto y poder nutricional. Arcos dorados, banderas con barras y estrellas y actores de cine de acción poblaron las calles de nuestras ciudades, desde Tombuctú hasta Vladivostok. Ahora las hamburguesas y las costillas grasientas son parte más de nuestro paisaje urbano y de las estanterías de nuestro colmado de confianza.

Les presentamos hoy otras joyas, menos conocidas quizás, de la gastronomía yankee, y que pueden encontrarse en los Frios Exteriores sin ningún problema. Tres manjares tres, que les mostramos a continuación.

El primero de ellos se trata de estas estupendísimas cáscaras de patata rellenas de queso y cebolla. Nos las presenta nuestro habitual azafato, el pollito loco.

No se relaman todavía. Admírenlas a cartón quitado.


Qué delicia. La malediciente Pequeña Morla aseguraba que eso lo comía su padre en tiempos pretéritos en la Andalucía profunda cuando no tenían otra cosa que llevarse a la boca. Pero ya saben que los más deliciosos platos son siempre los más sencillos, los que vuelven a nuestros orígenes. ¿Gustan de unos líquenes horneados? El segundo item consiste en unos igualmente deliciosos y crujientes champiñones rebozados.


¿A que nunca se les había ocurrido rebozar un champiñón? Una prueba más de la creatividad de los chefs estadounidenses. Fíjense, fíjense en la banderita. Pura denominación de origen.

Como persigue a la comida norteamericana la reputación de estar siempre frita y ser muy grasienta elegimos para la ocasión platos que solo necesitasen enchufar el horno. Aquí pueden ver su pinta antes de introducirlos en él. ¡Menudo festín nos aguardaba!


Ahora solo hacia falta esperar. ¿Qué hacer mientras tanto? Tomarse un aperitivo, por supuesto. Así que atacamos estas maravillosas tiras de carne de vaca marinada y ahumada que nos muestra Little Mikey, nuestro azafato becario.

La bolsa de Beef Jerky contiene dos datos a tener muy en cuenta. Primero, que se necesitan doscientos gramos de carne vacuna para preparar 100 gramos de tiras de estas (sic). La carne de vacuno, como vemos, se crea, se destruye y se transforma. En segundo lugar, solo contienen un 5% de grasa. Para que luego no se diga que los yankees no se preocupan por la salud.


Pero aun más llamativo es ese atardecer del envase, esos montes al fondo, esos cactus, ¿no disparan su imaginación? Yo me trasladé mágicamente a Monument Valley y me sentí momentáneamente… pues no sé, como un Alan Ladd o un Richard Widmark o como el hombre Marlboro, contemplando esas distancias infinitas mientras mascaba mi tira de carne de vaca marinada. Cierren, cierren los ojos, que se lo imaginarán ustedes también.

Pequeña Morla quiere sentirse una mujer Marlboro


Pero bueno, ¡el tiempo ha pasado volando! El timbre del horno ha zumbado. Nuestros manjares ya están listos. Miren el resultado final. Fabuloso.


Ya sólo quedaba sentarse a la mesa y degustar estas viandas, todo ello regado con una gaseosa bien fresquita. Ya todo daba igual. Que las patatas supieran y tuvieran la consistencia del plástico; que aquello rebozado pudiera haber sido champiñones como pudiera haber sido alcachofa cocida; que las tiras de carne estuvieran correosas y gozaran de un sabor dulzón infecto; que después de dos mordidas comenzáramos a sentirnos enfermos… no, nada de eso importaba. Porque durante unos breves momentos nos sentimos tan estadounidenses como uno de Wisconsin. Y eso, eso, no tiene precio.

¡Yo sacrifiqué mi vida para que tu pudieras

disfrutar de estas mierdelicias™!

martes, julio 19, 2005

How dare you not be me?

Ya les ha dado la tabarra en alguna ocasión con uno de los temas que más me arrebata y que probablemente más les aburra a ustedes. Podrían ser los tebeos, o el cine de kung-fu, o la omnipresencia de las pulsiones de amor y muerte en la cultura popular. Pero no es ese el caso. Que más me gustaría a mi.

A un servidor le obsesiona mucho cómo nuestras anhelos por la diferencia, como las ideas sobre las que construimos nuestra identidad, son o bien un producto ya fagocitado por el mercado y sus mercaderes o bien un paraíso provisorio en constante riesgo de ser demolido por la maquinaria del gusto mayoritario. Si no, ¿sobre que coño pensaban que iba Matrix Reloaded?

Que lo tribal y el pijo-hippy-diseño, que los iconos nerds y zetosos, que los zombis y los superhéroes esten siendo absorbidos por la cultura mainstream no es casualidad. Es todo parte de un plan maestro del que somos víctimas; hamsters recluidos en una rueda metálica, moviendo las patitas desenfrenadamente. Para no llegar a ningún sito. Y no es sólo que uno ya no tenga ilusiones de libertad, es que no tiene ni siquiera soluciones. ¿Cómo combatir? ¿Imaginar nuevas armas? ¿Utilizar las ajenas?

Semejantes abstracciones y onanismos pseudopsicohistóricos me sirven solo para hablarles de una artista que no hace mucho estuvo exponiendo por estos Fríos. ¿Artista? ¡Puag! Pero es que, Barbara Kruger es muy especial, amiguitos. Ella trabajó en el pasado para el enemigo y ahora emplea sus propias estratagemas.


Kruger comenzó a trabajar como diseñadora y editora para Condé Nast Publications. Trabajó para Mademoiselle Magazine (que ahora se conoce como Glamour) y pasó luego a ser diseñadora gráfica y directora artística de Casa y Jardín. Sí, sí, como lo oyen. Y podría haber tenido una carrera muy lucrativa en ese negocio. Hasta que hace treinta años dijo basta. No obstante, gracias a este pecado original, sus trabajos emplean una estética publicitaria y unos materiales totalmente mainstream, con los que torpedea nuestras representaciones culturales sobre los sexos, el poder y la identidad. ¿Ven ya por dónde voy?



Su técnica consiste en combinar fotografías provenientes de otras fuentes, con textos muy agresivos e imperativos, utilizando casi siempre el negro, blanco y rojo. Utiliza eslóganes, llenos de pronombres: “tu”, “ellos”, “nosotros”. Es decir, trata simplemente de hacer más obvio el constante ejercicio de poder y división consciente que subyace en cualquier anuncio o mensaje oficial. Es una táctica sencilla: Subversión mediante una iconografía reconocible.



Ataques contra la sociedad machista, la reificación de la mujer, el consumismo, la prefabricación del ideal de belleza, las divisiones permanentes entre buenos y malos, cools y no cools. Y no crean que se limita a exponer en museos. Sus obras encuentran espacios naturales en paradas de autobús o anuncios estáticos. Todo esto suena fatal y pretencioso a estas horas, lo sé. Pero es que además Kruger añade al cóctel mucho sarcasmo, así que bastantes de sus obras consiguen arrancar una sonrisa amarga.






Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Seguimos moviendo las patitas? ¿O empezamos a roer desde dentro? Miren, mejor igual les empiezo a hablar de tebeos.

lunes, julio 18, 2005

Darth Potato

Aerobicon


De alguna manera había que quemar el reivindicativo festín de palomitas de colores de este fin de semana.

viernes, julio 15, 2005

Feliz Morla Feliz

Pequeña Morla lleva un tiempo intranquila. Anda zascandileando por el Hogar Zito, ansiando que pasen los días porque el sexto libro de su amado Harry Potter está a puntito de salir (también de vez en cuando le da por cantar Willy Wonka, Willy Wonka, pero esa es otra historia). Ya les he contado en alguna ocasión que aunque no he leido ninguno de los libros (acerca de esto he tenido discusiones sobre mis dudosos principios con Morla) las películas del hechicero me han aproximado a la ilusión inocente que ella debe de sentir al devorar sus aventuras (señores, estamos ante alguien que se terminó el cuarto libro, un tocho de chorrecientas páginas, en un fin de semana). El suyo es un disfrute sin dobleces, sencillo, y sin culpa.

Me pongo a repensar si en los recovecos y angulosidades que me afligen guardo algún tesoro parecido Y lo único que se me aparece es el espectro de ese cantautor excepcional y enigmático que es Will Oldham, y su folk-country minimalista, con apenas arreglos, y su voz doliente y desafinada y sus ovillos de derrotas, amores y desengaños.

Hoy, para resarcirme un poco de tanto Harry Potter, y por dármelas de listo, como siempre, les iba a hablar de libros. De otros libros. Pero no me da la gana. ¿Saben? Porque hoy Pequeña Morla cumple años. Y cada día esta más estupenda y más mejor. Y es una lástima que no haya más Morlas en el mundo, porque harían de él un lugar mejor y ustedes podrían disfrutar de su existencia tanto como yo lo hago.

Y ya me callo. Si les parece, como regalo de parte de ustedes le dejo una canción del mentado Oldham. Escúchenla. Encontrarán la letra más abajo. Nosotros, nos iremos a cenar para celebrarlo. Y tal vez después, cuando raye la medianoche y el sol siga sin querer agachar del todo la cabeza, nos pasaremos por una librería a ver el revuelo montado y a gentes insomnes con capas y bufandas en pleno Julio. Y nos reiremos. Y después desapareceremos y ya no nos verá nadie.

Gulf Shores
Palace Music

It was hard enough to climb upon
It was slow-going at first
Sister, you have laid long in the sun
Aren't you dying of thirst?

Oh my dear your suit is candy-striped
And your legs are long and slim
If I whisper nothings in your ear
Will you pass them on to him?

You have laid here by the waterside
Since the day we came to town

Have you thought that you could waste away?
You don't care much for yourself
There are circles deep beneath your eyes
Why do you do this to yourself?

If you like we two could take a ride
I would love to take you down
We could watch a blue heron in flight
We could see the sights in town

You have laid here by the waterside
You have let the family down

A cold and frilly drink awaits us both
Watch me frolick in the sand
Oh dear'd you see me in the surf
With a starfish in my hand

Soon the restaurants will open up
Soon the bars will light their lights
You have aged, you must start looking up
Ugly things will come tonight

We could drive down to another beach
Even tanned your skin seems white
All our friends have gone away from here
So let's disappear from sight

jueves, julio 14, 2005

Conectamos con nuestra unidad móvi - (Actualizado)

Periodista: Queridos radioescuchas del Gabinete. Nos encontramos en la Plaza de Maria Cristina, en Barcelona, donde en estos momentos un nutrido grupo de personas esta manifestándose contra las palomitas de colores bajo el lema “Stop color on pop-corn.” Esta manifestación, convocada por los Habemus Plaka, y secundada por los Lametones de Amor, amenaza con crear un destructivo cisma en la blogosfera, como aquel que ya dividió en su día a Blefuscu y Liliput. A un lado están los que ven en las palomitas de colores un constructo maligno, fruto de un capitalismo que no cesa de verter nocivos compuestos químicos en nuestros alimentos. A otro los que ven en ellas una expresión más de la integración y multiculturalidad de nuestros tiempos y argumentan que son todas hijas del maíz, independientemente de su color.
Pero pulsemos la opinión de la calle. Una joven se ha acercado hasta aquí con varios de sus amigos. Isaura, buenas tardes.

Isaura: Buenas tardes.

Periodista: ¿Encantada de estar aquí hoy apoyando esta movilización?

Isaura: Igualmente. Mira sí, estoy encantada porque soy consumidora de palomitas a gran escala y pienso que la existencia de las palomitas de colores me agrede a mí especialmente como persona humana. Porque si una ciudadana no se siente protegida por las autoridades sanitarias y por el diputado elegido en su circunscripción, difícilmente podrá atreverse a llevarse algo a la boca. Y luego quiero decir otra cosa. Estudié Economía de la Alquimia cuando hacía Química. Y entonces allí nos hablaban de que cuando a las palomitas se les lesiona unos órganos que se llaman… expertos en marketing, empiezan a salirles una capa de colores tal como la que tienen las palomitas dulces esas que venden, y luego se amontonan siempre porque se pegan con esa capa de caca que les ha salido. Entonces… yo no creo que eso sea interesante para la sociedad en ningún aspecto.

Periodista: Bien… Gracias…

Isaura: Y luego, los hombres, con las manos pegajosas de comer esas palomitas, al masturbarse…

Periodista: Isaura… ¡Gracias!… Eh… La verdad es que ha sido una opinión… de una manifestante. ¡Hay varios más! Hay varios que están a punto de realizar una performance y que han desplegado una pancarta con el lema «Contra la policromía, insumisión». Y este es el ambiente que se esta viviendo a esta hora de la tarde en la Plaza de Maria Cristina de Barcelona. Devolvemos la conexión a nuestros estudios centrales.

Pero vamos, que como el original, nada (via Microsiervos).

¡Actualización!

Ya nos han llegado las primeras imagines de la concentración de ayer. Podrán encontrarlas junto con unas sesgadas crónicas del evento en Lametones de Amor y en Habemus Plaka. Quedan avisados.

miércoles, julio 13, 2005

Feel The Chalets

Supongo que debe ser el inusual calor que asola los Fríos Exteriores pero en estos dias ando de lo más inmediato. En cuestiones de música sobre todo. En mi permanente escaneo de lo que se canta por el mundo, cuando un grupo no se me tira al cuello enseguida, lo desecho. Así de simple. Que ya dejaré el post-rock de las narices para cuando refresque y tenga más ganas Ahora solo me interesa musicalmente lo que sea divertido, directo y salaz.

Y en estas estábamos cuando me topé con The Chalets, un grupo que estoy segurosísimo hará relamerse a Tones (ver más abajo) y a los Lametones (¡su página web es rosa y su logo un corazón sangrante atravesado por una guitarra eléctrica!). Son cinco, son de Dublín y vienen de ganar el premio al mejor artista revelación en su país (lo cual no es decir mucho). Lo importante: que su culto se está extendiendo como una infección, con un cada vez más numeroso grupo de contagiados, adeptos al amateurismo desenfadado del que hacen bandera (ellos mismos se cosen sus trajes), sus polifonías y melodías propias de unos B-52 o Le Tigre pasados por la turmix sonora del pop con sintetizadores ochentero, y sus letras que hablan de lo que hacen los chicos y las chicas cuando están todos juntos.

Hasta el momento solo han publicado varios EPs. El último Feel the Machine, cuyo videoclip pueden ver pulsando la imagen, y que está realizado por D.A.D.D.Y., cuya página también les recomiendo que visiten. El video utiliza el argumento de la canción como excusa para, en un prodigio visual ininterrumpido á la Tron, introducir a la banda en una pantalla de Macintosh y hacerles mil perrerías. Si eso ya es estupendo por si solo, el tema es ultrapegadizo. Un servidor no se aburre de verlo (¿será por las dos chalettes?). Y si se quedan con las ganas, pueden descargarse varios temas suyos aquí y aquí.

martes, julio 12, 2005

Interior coche


Ella: ¿Necesitas ayuda, cariño?
Él: No gracias.
Ella: Solo preguntaba...
(Pausa)
Ella: ¿Estás seguro?
Él: Sí, sí, estoy seguro.
Ella: Llevas diciendo eso desde hace media hora…
Él: Porque se lo que me hago.
Ella: ¿Ah, sí? Pues no haces más que dar vueltas…
Él: Que no, que es fácil de encontrar.
(Pausa)
Ella: No, no, no vamos bien… espera, espera, ahora a la derecha…¡Eh!, ¿por qué paras?
Él:
Ella: ¡Admítelo! ¡Te has perdido! ¿Por qué no lo dejas y preguntas ya? ¡Por el amor de Dios...! ¡Aunque sea por una vez!
Él: De acuerdo, pero tiene que estar por aquí, en algún sitio…

(Entra música)

Pasen y vean

lunes, julio 11, 2005

El ascensor no está solo

Último planta de unos grandes almacenes. Pequeña Morla y yo subimos al ascensor junto con una viejita que enseguida nos pregunta:

- ¿A qué piso van?
- A la planta baja –respondemos al unísono.

En cuanto las puertas se cierran, la viejita, con su blusa verde pálido, su cara llena de arrugas y su bolso colgado del brazo comienza a relatar lo caluroso que está trascurriendo el día, la falta de brisa, lo excepcional que resulta todo aquello por estas tierras. Acompaña todas sus frases con una risa franca y muy contagiosa; guiña los ojos, asiente y ríe aun más cuando le respondemos, como si le hubiésemos contado la más graciosa broma del mundo. Diríase que se piensa en la obligación de derrocar la certera ignorancia con la que nos fusilamos los unos a los otros, pero que a la vez es demasiado tímida para la tarea y que emplea la risa para defenderse. O puede ser que, simplemente, es feliz.
El ascensor se para en la planta primera, donde se sube un carro de niño acompañado de una mujer que debe de ser su madre. La viejita repite el ejercicio. ¿Por qué no podemos ser todos como ella?

- Y tu chiquitín, ¿cómo llevas este calor? – le dice sonriendo al carrito.

La mujer, también conquistada por la risa (o quizás por la blusa verde pálido), vence sus resistencias, resopla y le responde amigablemente. Pronto llegamos a la planta baja. Sale el carro. La mujer. Con un gesto cedemos el paso a la anciana, pero ella se muestra renuente. Apenas un segundo después de que salgamos nosotros entra en el ascensor una familia completa. La viejita sigue dentro.

- ¿A qué piso van?

Mientras las puertas se cierran comienzo a sospechar que aquella historia tampoco tenía un final feliz.

viernes, julio 08, 2005

Pequeñas violencias

Hoy quiero hablarles de violencia, publicidad y videojuegos. Aunque tras lo ocurrido ayer en Ciudad Capital, dejó de parecerme una buena idea, Hijo Tonto me hizo reconsiderarlo al convencerme de que este es quizás el momento más indicado para abordar estos temas. Así que allá voy.

Ustedes ya saben que cada Navidad, más o menos, surge un pseudo-debate sobre la violencia que los videojuegos presuntamente engendran en las mentes poco preparadas y maltratadas de nuestros infantes. Un debate espúrio sin duda, promovido por no se sabe muy bien quién y destinado a inflamar a los de siempre. Aún más ignominiosa si cabe es la tendencia de muchos que se dicen y creen librepensadores a caer en estúpidas generalizaciones y bailar, como si fueran el oso de los zíngaros, a la música del Aquilino Polaino de turno o de sus retrógrados prosélitos. Estas personas progresistas, en ocasiones de indudable valía en sus respectivos campos, no se percatan de que jamás podrán ganar en este obsoleto juego de las sillas ideológicas porque el oponente sabe perfectamente cuando parará la música.

Me atrevería a decir que, de ser algo, los videojuegos serían más bien parte de la solución que del problema. Pero por encima de todo, en este Gabinete se está del acuerdo con Mondo Píxel (y de aquellos que son molados por él, claro) en que constituyen una forma de expresión, rayana en lo artístico cuando no resulta devorada por consideraciones mercantiles; una forma de expresión aquejada por tanto de los mismos males que otros vehículos creativos como el cine o la música.

En realidad, los seres humanos no sabemos bien qué pensar de la violencia. La rechazamos, pero al mismo tiempo es tan parte de nosotros como las mitocondrias. Nos atrae, nos repele; despreciamos a quienes la practican y la empleamos al mismo tiempo. Hemos construido sociedades donde la coerción se administra racionalmente (lo cual no tiene por que ser positivo), igual que se administra la escasez, sociedades que se creen capaces de controlarla, ejerciéndola a domicilio, tratándola de mantener a raya en casa. Y sin embargo se puede encontrar aquí dentro, entre nosotros, ejercida a todos los niveles por desde quien te codea en el metro hasta por quien lanza una bomba inteligente o asesina selectivamente, pasando por la dependienta de Zara que te fulmina con la mirada cuando le pides una talla más grande. Las consecuencias no son comparables, es cierto, pero el principio es el mismo.

Una nueva generación de publicidad de videojuegos se está nutriendo precisamente de este doble rasero, de este apartar la mirada que todos practicamos diariamente; explotando el rechazo acrítico que contamina este debate, y suministrando aún más violencia en paisajes banales y cotidianos -un partido de tenis amistoso, la cola del banco, un pequeño hurto- mostrando que esa es la materia de la que estamos hechos. El resultado son unos spots de inusitado poder, al servicio de le venta y el beneficio por supuesto, pero que a la vez están inyectados de humor sardónico y juguetonas reflexiones.

Pequeñas y medianas violencias que, incontroladas e inentendidas, nos conducen por el camino de la derecha.

Pinchen en las imágenes para verlas.

miércoles, julio 06, 2005

Darth Vaders del siglo XX (II): Norbert Wiener

Norbert Wiener es popularmente conocido como el padre de la Cibernética, el estudio de la comunicación y el control en los seres vivos y en las máquinas. El termino procede de su libro ”Cybernetics”, publicado en 1948, el momento en el que Wiener alcanza la cumbre de su carrera científica.

Wiener comenzó sus estudios universitarios en 1906, a la edad de once años, y se doctoró por Harvard en filosofía y lógica de la mano de Betrand Russell a los dieciocho. Sin embargo su visión del universo como un sistema fundamentalmente caótico y la rigidez que en su opinión caracterizaba a la lógica proposicional, le hicieron caer rápidamente bajo el influjo de la Matemática, que comenzó a enseñar en el MIT en 1919. Allí, llevaría a cabo importantes contribuciones al estudio del movimiento browniano y los procesos estocásticos (o aleatorios) en general.

Obsesionado con la idea de que el universo no es sino un gran torrente de desorganización, Wiener creía necesaria la creación de enclaves de orden que canalizaran y neutralizaran esa tendencia. Por aquel entonces, los científicos ya habían intuido que la auto-regulación era el necesario cimiento de ese orden. Pero fue él quien encontró la clave para construirlo: La información, o mejor dicho, su retroalimentación o feedback. De tal manera, Wiener definió a los seres vivos como sistemas auto-regulados que aprenden y se retroalimentan con información y que por tanto constituyen una isla en un mar de entropía (que podría definirse como el nivel de aleatoriedad en un sistema). En su opinión, esto dejaba claro que la identidad humana no puede estar encapsulada en la continuidad física (de hecho todas nuestras células cambian varias veces durante nuestra vida) y que los seres humanos, más que por carne y hueso, están constituidos por patrones de organización y flujos de información. Semejantes ideas influirían posteriormente a Marshall McLuhan y a la famosa antropóloga Margaret Mead, quien vería en los tabúes culturales una forma de transmisión de información destinada a la auto-regulación de la sociedad.

Desde ahí, llegar a pensar que la distinción entre hombre y máquina es una pura convención solo requería un simple paso mental. La memoria es tan solo un método de transferencia de información; los sentimientos, los mecanismos que gobiernan el aprendizaje. Una vez que se consiguiera entender cómo la información es creada, organizada y almacenada en los humanos, este conocimiento podría aplicarse al diseño de máquinas.

Este salto nació del notable esfuerzo científico de Wiener durante la II Guerra Mundial: En 1940, comenzó a utilizar la teoría de la probabilidad para predecir la posición de una aeronave enemiga que intentara evitar el fuego antiaéreo. Durante aquellos estudios, Wiener llegó a la conclusión de que la aleatoriedad e irregularidad de los movimientos de tal aeronave eran introducidos por el piloto y que por tanto para alcanzar su objetivo, era necesario modelizar su comportamiento: El piloto era un servo-mecanismo. Wiener comenzó a imaginar que el sistema antiaéreo perfecto lo constituiría una máquina capaz de cambiar su comportamiento basándose en previas observaciones de la aeronave, una máquina por tanto capaz de aprender, capaz de erigirse en un nuevo enclave contra la creciente entropía. Había nacido la asociación entre el sistema nervioso humano y las máquinas automatizadas que hoy en día nos es tan familiar.

Sus visiones de máquinas capaces de aprender y de imitar a los humanos causaron gran repercusión en las esferas militares. Pero Wiener, quien renunció a participar en el Proyecto Manhattan que desembocaría en la creación de la bomba atómica, había comenzado a vislumbrar las posibles consecuencias de aquello y decidió apartarse voluntariamente de la creación y desarrollo de la RAND corporation. Aquello probaría ser un error fatal porque le aisló definitivamente de la comunidad científica norteamericana, que por aquel entonces trabajaba casi exclusivamente en proyectos financiados por los militares, y permitió que figuras verdaderamente oscuras como John von Neumann llevaran a la Cibernética al reverso tenebroso de la ciencia con total impunidad.

En sus últimos años de vida, su pensamiento se hizo aun mas radical, probablemente atemorizado por la tremenda influencia intelectual que la identificación entre hombre y máquina parida por él estaba teniendo en los centros de poder. En Dios y Golem (1963) incluso llegó a predicar la posibilidad de que las máquinas se rebelasen algún día contra el ser humano. Y es que Wiener había heredado una línea de pensamiento que asociaba el liberalismo en lo humano con la auto-suficiencia en las maquinas y finalmente se había percatado de la contradicción inherente en esta filosofía, una contradicción que nutre la ansiedad contra las máquinas que percibimos en la cultura popular desde los androides de Philip K Dick a Skynet.

A su muerte en 1964, su “control y comunicación” era el catecismo de militares y políticos. Norbert Wiener se había convertido, involuntariamente, en un Darth Vader del siglo XX.

Reseña de Batman Begins (as seen in Adultolescente)

Si se hubiera atrevido, a Nolan le podría haber salido el equivalente cinematográfico del Batman de Ocean.

martes, julio 05, 2005

Crónica de Vacaciones


Abuezita
: Si ya dijo el Dr Roselló en La Botica que las cápsulas de comino son muy buenas para los gases. Pero eso ya lo sabía yo desde hace mil años.

Padre Zito: Ven, que te pincho yo.

Invitada #1: Y claro, también tienes que comprarte una minicuna para cuando es demasiado pequeño para ponerlo en la cuna pero demasiado grande para el cuco.

Mama Zita: ¿Por qué no te apuntas a unas de esas cooperativas? Aunque solo sea como una inversión…

Invitada #2: Además ahora los walkie-talkies vienen con cámara de visión nocturna incluida.

Etzu: Putos pijos. Habría que acabar con ellos, ya no les aguanto. Tengo fe en que por fin llegue una glaciación y se mueran todos. Claro que nosotros tampoco sobreviviríamos. Pero da igual Los humanos somos una plaga.

Invitado #1: El flamenco es una opción muy arriesgada para una boda.

Dr Zito: Umbral ya dijo que Madrid era una ciudad simultánea. Lo que él no sabía es que aquello lo llevaría hasta sus últimas consecuencias Gallardón y sus putas obras.

Pequeña Morla: Que rabia tener que volver a ponerse calcetines.

lunes, julio 04, 2005

En los limpiaparabrisas de los coches aparcados en mi barrio



Y es que yo me asombro facilmente.

Por cierto, ya estoy de vuelta.

viernes, julio 01, 2005

Postal: Estampas trekkies



La estampa de hoy no es trekkie en sentido estricto. Esa mujer a la que no vemos la cara es la neumática Jolene Blalock, quien encarna a la primera oficial vulcaniana T’Pol en la que casi con total seguridad será la última serie televisiva de la franquicia Star Trek, Enterprise. La imagen corresponde al film Diamond Hunters, en el que Jolene protagoniza varias escenas subiditas de tono como esta, pero que en realidad constituye uno de los momentos cinematográficos más cutres que servidor haya visto. ¿Adivinan por qué?

Solo espero que no le doliese mucho quitársela después de terminar de rodar la escena.