martes, marzo 22, 2005

Exterminate! Exterminate!



Una niña de unos diez años lee un libro titulado “Física para principiantes”. La cámara se mueve lentamente hacia la derecha y enfoca a una mujer joven leyendo un libro de Ciencia aun más grande. Finalmente, se nos muestra a un anciano con chaqueta marrón y un lazo celeste leyendo un comic sobre aventuras espaciales. “¡Fascinante!” grita. Así comienza “El Dr Who y los Daleks” (Gordon Flemyng, 1965) y así acaba la mejor parte de la película.


Como verán, la semana dedicada al Dr Who aquí en el Gabinete no comenzó muy bien. Lo que sigue es más bien el relato de una decepción transformado en un intento de introducirles a ustedes en el mito del Dr Who. Así que haré un poco de historia para empezar.

El Dr Who, personaje creado por Sydney Newman, comenzó sus viajes en el tiempo en televisión un buen sábado de 1963. Inmediatamente se convirtió en un éxito arrollador. Primeramente dirigido a una audiencia infantil que se escondía detrás del sofá con solo oir La sintonía, el Dr Who acabó estableciéndose como un icono de la televisión pública británica. En España, fue parcialmente emitida por las televisiones autonómicas a primeros de los 90. Pero su repercusión entonces fue minúscula comparada con el estatus de referente de la cultura popular que posee en su país de origen.

Dado el fulgurante éxito de la serie, en 1965 se rodó la mencionada película, basada casi íntegramente en uno de los primeros episodios de la serie: “The Daleks”. Parientes lejanos de los Borgs, los Daleks eran una raza de seres de apariencia robótica y cuya frase favorita “Extermínate!, Exterminate!” reflejaba bien a las claras su sencilla filosofía de vida.


Por aquel entonces el personaje del Doctor aun no estaba definido completamente. Fue en ese aspecto en el que se introdujeron los únicos cambios con respecto al episodio original: En televisión el Doctor era un pacífico alienígena en posesión de una extraña maquina del tiempo llamada TARDIS (Time And Relative Dimensions In Space) y con forma de “Police Box”. En el film, pasaba a ser un beatífico y chiflado inventor, aficionado a los comics y encarnado por el gran Peter Cushing. Fue mas tarde, debido a los problemas de salud del primer actor que encarnó al personaje (Wiliam Hartnell, 1963-66), cuando se recurrió a la idea de que el Doctor podía transmutar su cuerpo cada vez que su actual reencuarnación sufriera daños irreparables. Gracias a este pequeño artificio, la continuidad de la serie estaba garantizada sin necesidad de “suspension of disbelief” como en el caso de James Bond.


La escena que describo al comienzo se ve interrumpida por Ian (Roy Castle) el novio de la joven Susan (Jennie Linden). Mientras su nieta mayor se prepara para salir, el Doctor, emocionado por poder tener alguien a quien enseñar su invención, y su nieta pequeña (Roberta Tovey) empujan literalmente al pobre Ian dentro de la TARDIS. Una vez reunidos todos, Ian, que lleva el peso cómico de la película, acciona accidentalmente la TARDIS hacia un destino desconocido.

A partir de aquí comienzan unas aventuras insustanciales. Los expedicionarios aterrizan en un planeta ignoto donde descubren una ciudad-fortaleza en la que son hechos prisioneros por los Daleks. Estos les explican que eones atrás, libraron una guerra atómica contra la otra raza que habita el planeta, los Thals, y que estuvo a punto de destruir su mundo por completo. La hecatombe produjo fuertes niveles de radiación, lo cual obligó a los Daleks a refugiarse en la ciudad y dotarse de envolturas metálicas. Sin embargo, inmensamente agresivos e irracionales, los Daleks continúan obsesionados con destruir a sus rivales, simples nómadas pacíficos de piel verde y pelo dorado que han desarrollado una droga que les permite sobrevivir a la radiación (cómo, no se sabe).


Tras escapar de la ciudad Dalek, el Dr Who consigue persuadir a los abúlicos Thals de que la luchar contra sus robóticos enemigos es la unica alternativa si no quieren ser exterminados. Mientras, los Daleks, frustrados porque la droga Thal contra la radiación no funciona en sus mutados organismos, planean comenzar una última guerra de devastación total. Finalmente, el Dr Who y sus nuevos aliados atacan desde varios frentes el cubil Dalek. No hace falta que les cuente como termina la historia porque ya se lo pueden imaginar.

“El Dr Who y los Daleks” afortunadamente dura 85 minutos, pero podía haber durado tan solo 30. La trama se limita a narrar varias idas y venidas desde el Bosque Petrificado donde la TARDIS aterriza, a la ciudad Dalek. Estos últimos, tienen su encanto pese a su tosquedad. Por algo se convirtieron en los villanos más famosos y queridos de la serie. Pero nunca parecen demasiado amenazadores. Y no es solo porque sus armas principales sean un desatascador, una pinza y un extintor; esto ya lo asume cualquier fan del Dr Who. Ni porque estén pintados de colores estupidos, que intentan transmitir la existencia de castas (yo pintaba mis Dreadnoughts del “Space Crusade” con más gusto, la verdad). Sino porque en el combate final, esquivar sus vitriólicos humos y empujarles parece ser suficiente para acabar con ellos (para ser justo, si uno se podía creer que esta cosa podía conquistar la Tierra, ¿por qué no los Daleks?) Las terribles sombras de ojos usadas por los Thals y el pésimo gusto cómico de Roy Castle, que se limita a hacer payasadas durante toda la película, no ayudan tampoco.


Sin embargo, esta dos características fundamentales del fenómeno Who. La primera es que los argumentos de la serie han bebido sistemáticamente de la literatura inglesa. No sorprende así que la trama sea una recreación de “La Maquina del Tiempo” de H.G. Wells, en la que en vez de los Eloi y los Morlocks, los bandos en disputa se llaman Thals y los Daleks. Las aristas que existían en la novela de Wells son por supuesto eliminadas: ni los Daleks quieren comerse a sus enemigos ni el origen de las dos razas se debe a un remoto conflicto social. Estos elementos más densos se sustituyeron por las obsesiones de la época: el conflicto nuclear y la necesidad de las sociedades pacificas de utilizar la violencia para sobrevivir (primero los nazis, mas tarde los comunistas). No es de extrañar tampoco que los llamamientos del Dr Who a los Thals para que se movilicen tengan sus ecos en las partes más alegóricas de El Señor de los Anillos. Más adelante en la serie, Who se enfrentará a émulos de Frankestein, Drácula, Fu Manchu y hasta al monstruo del Lago Ness. Esto demuestra que la fenomenal repercusión de la serie se cimentó en parte en saber absorber este poso cultural, para sabiamente regurgitarlo después a todo color y en envoltura alienígena.

La segunda característica es constatar que, en sus comienzos, el Dr Who era básicamente un programa infantil. La película no corrige esto y los elementos más literarios acaban por constituir tan solo un sutil trasfondo para la simplista trama. Supongo que la intención de sus respondables era hacer de Peter Cushing y del personaje de la nieta pequeña los principales reclamos para los públicos de distintas edades. Pero no lo consiguieron. Espero que me entiendan bien en este punto: No critico a la película simplemente porque sea “infantil”, sino porque trata a su público de esa manera, aunque honestamente. Las comparaciones son odiosas, pero en un minuto de Miyazaki subyace más material aprovechable que en todo el metraje de “El Dr Who y los Daleks”.

Con el paso del tiempo, la serie del Dr Who se dirigió a audiencias más adultas, siguiendo en parte el proceso de llegada a la madurez de sus primeros espectadores. Y así, a mediados de los 70, habría de tomar el relevo la que fue la mejor y más recordada de las hasta ahora nueve reencarnaciones del Doctor: Tom Baker.

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2 Comments:

At marzo 23, 2005 12:23 a. m., Blogger Alex Werden said...

oiga, pues ahora que caigo, esta peli llegué a verla en una edición directa a videoclub, creo que editaba Thor Emi o Lax Video, ha sido todo un reencuentro. La verdad es que la recordaba muy aburrida. A ver si la revisito.

Hay una emisión de doctor who en el temprano 1986 en la primera parrilla de la tarde de las autonómicas, o en su tercer o 4 mes de amisión como muy tarde. Misteriosamente, emitieron unos cuantos capítulos y nunca repitieron por aquí abajo.

Ganas tengo qde ver otro repaso suyo a Who. No nos haga esperar.

 
At marzo 23, 2005 9:14 a. m., Anonymous Anónimo said...

Eso, más.

 

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