miércoles, junio 15, 2005

La Copa de Europa

Para cuando finalmente llegamos, ya se había marcado un gol. Edmundo Gafotas temía que fuese el único y que aquello arruinara el espectáculo. A mí en cambio me aterrorizaba que ese solitario tanto convirtiera la velada en una reunión de hombres sin nada que decirse. Porque en realidad, cuando se nos ofrece la oportunidad, los hombres nunca sabemos qué decirnos.

Instalado cómodamente en el primer sofá que he encontrado, levanto la vista. Fuera, el lento atardecer Frioexterior lame con deleite la pequeñoburguesía de los vecinos de nuestro anfitrión. Al otro lado de la calle, más allá de los narcisos, casi frente a mí, una mujer joven plancha. Apenas puedo adivinar unos pocos muebles, una ropa sencilla, lo que parece ser un gesto de resignación alegre. Cuando ella levanta la vista, su mirada busca, supongo, algo sorprendente. Unas veces se detiene en su jardín minúsculo. Otras, en el muestrario humano entre el que poder elegir: La que corre a ninguna parte, otros que comen en cartones, alguien que se vuelve de nuevo hacia el televisor.

El ambiente se caldea. En algún lugar del mundo, la gente se agolpa con las bocas abiertas. Piden aire. Son huéspedes de una ilusión que les llena demasiado. Y es que las camisetas blancas parecen estar por todas partes. Pero ella no olvida ninguna. Las plancha todas a su ritmo cruel y pausado.

Descanso. En la casa de enfrente entran dos niños. Un hombre sale. Parece que el día se ha dado por fin por vencido. Llegan tres pizzas y es un presagio. En un lugar diferente del mundo, otras gentes se han apropiado de ese insecto extraño que efervesce el pecho. La luz está ahora encendida.

Furtivo, comienzo a vislumbrar su privada alternativa. Mientras otros se entregan al desorden, ella plancha y alisa, dobla y coloca. El asedio a la arruga, la extinción de cajones vacíos, el perpetuo movimiento que persigue son la solución parcial que nos ofrece, su resistencia a la turba de la entropía, su propuesta para un origen de coordenadas que de sentido al universo.

Shevchenko va a lanzar un penalti. Al otro lado de la calle, más allá de los narcisos, que ya solo intuyo, casi frente a mí, la luz está apagada.

2 Comments:

At junio 15, 2005 9:58 p. m., Anonymous Anónimo said...

Moooooooooooooooooola...!!!!

 
At junio 15, 2005 10:57 p. m., Blogger Pepe said...

Impresionante poema en prosa, Dr. Zito. Es Vd. un auténtico cabronazo, un genio del mal.

 

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