viernes, marzo 02, 2007

De parte de la no-princesa muerta

Vuelvo hace unos pocos días de unas mini-vacaciones allá en la Madre Patria, lejos de los Fríos Exteriores donde el deshielo ya se siente. A mí llegada, aun andaban todos ustedes sacudidos, ración de cinismo o indiferencia arriba o abajo, con la muerte de la no-princesa, de la hermana artista, de la desconocida. Mis primeras horas sumido en esa primavera que ya no les abandona, contemplaron el eterno y catódico retorno de un funeral negro sobre fondo negro; paraguas, especulaciones, gestos.

Yo venía avisado. Con ganas de gresca. Con ganas de decir que, como ese, suicidios (¡oops!) hay cientos. Que la proclama contra el espectáculo es de señoras con silla permanente en el patio. Y es ahí sentado, frente a Nuestro Señor El Tomate, cuando comienzan a desfilar imágenes que yo, en mi exilio, no he visto: Un rostro hermosamente angulado, un mechón que lo cubre como a una starlette de los 40; líneas finas, manos nerviosas, huesos bien arracimados.

- La verdad es que era más fea que Picio – comenta de súbito Padre Zito.

No, no te permito que digas eso. Ni se te ocurra tocar el mando. Déjame contemplarla un minuto más. Observar cómo pasea con su hija hasta el colegio, espiarla mientras abraza a su casi póstumo novio, adivinar sus tristezas durante las horribles ceremonias del tedio. Déjame convertirla en mi Laura. Déjame seguir mirando el cuadro. ¿Está o no muerta? Quizás, si continúo mirando, si continúo fascinado por sus evidentes heridas, si la hago repetir una y otra vez los mismos gestos, podré alterar los ángulos, regresar al pasado y, como no pude hacer con Marilyn, agarrar su muñeca en el momento de postrera desidia en que vacía medio bote en su mano. Que no se pierda en el silencio. Que no alcance el vaso. Dejame comprenderla, persuadirla, abrazarla allá abajo, donde ahora solo encuentra desespero. Déjame salvarla. Déjame hacerla mía.


PD: Supongo que ya están enterados. Ha vuelto. Esta vez Imbécil y Desnudo, pero ha vuelto. No como yo.