miércoles, julio 20, 2005

Alimentos del infierno (americano)

Vuelve al Gabinete esta estupenda sección copiada sin piedad del descacharrante “Semos lo que comemos” de Lametones de Amor. Sí señora, en este blog se copia. Y mucho. Porque todo vale en el amor y en la guerra contra el kippel de la blogosfera. Aunque, por supuesto, nuestra versión adquiere ese tonillo (o tufillo) ligeramente intelectualizante que caracteriza a este su sociopático y seguro servidor. Pero metámonos en harina de una vez (risas). Nuestros alimentos infernales de hoy nos llegan desde el otro lado del charco (pueden leer la anterior entrega de "Alimentos del Infierno" aquí).

Sí amigos. Cuando el 2 de Septiembre de 1945 terminó definitivamente la Segunda Guerra Mundial, se selló el destino alimenticio de futuras generaciones. El Plan Marshall trajo consigo no sólo prosperidad económica a las sufrientes naciones europeas sino también permitió que se diera a conocer mundialmente la gastronomía norteamericana que, como todos sabemos, es notoria por su variedad, buen gusto y poder nutricional. Arcos dorados, banderas con barras y estrellas y actores de cine de acción poblaron las calles de nuestras ciudades, desde Tombuctú hasta Vladivostok. Ahora las hamburguesas y las costillas grasientas son parte más de nuestro paisaje urbano y de las estanterías de nuestro colmado de confianza.

Les presentamos hoy otras joyas, menos conocidas quizás, de la gastronomía yankee, y que pueden encontrarse en los Frios Exteriores sin ningún problema. Tres manjares tres, que les mostramos a continuación.

El primero de ellos se trata de estas estupendísimas cáscaras de patata rellenas de queso y cebolla. Nos las presenta nuestro habitual azafato, el pollito loco.

No se relaman todavía. Admírenlas a cartón quitado.


Qué delicia. La malediciente Pequeña Morla aseguraba que eso lo comía su padre en tiempos pretéritos en la Andalucía profunda cuando no tenían otra cosa que llevarse a la boca. Pero ya saben que los más deliciosos platos son siempre los más sencillos, los que vuelven a nuestros orígenes. ¿Gustan de unos líquenes horneados? El segundo item consiste en unos igualmente deliciosos y crujientes champiñones rebozados.


¿A que nunca se les había ocurrido rebozar un champiñón? Una prueba más de la creatividad de los chefs estadounidenses. Fíjense, fíjense en la banderita. Pura denominación de origen.

Como persigue a la comida norteamericana la reputación de estar siempre frita y ser muy grasienta elegimos para la ocasión platos que solo necesitasen enchufar el horno. Aquí pueden ver su pinta antes de introducirlos en él. ¡Menudo festín nos aguardaba!


Ahora solo hacia falta esperar. ¿Qué hacer mientras tanto? Tomarse un aperitivo, por supuesto. Así que atacamos estas maravillosas tiras de carne de vaca marinada y ahumada que nos muestra Little Mikey, nuestro azafato becario.

La bolsa de Beef Jerky contiene dos datos a tener muy en cuenta. Primero, que se necesitan doscientos gramos de carne vacuna para preparar 100 gramos de tiras de estas (sic). La carne de vacuno, como vemos, se crea, se destruye y se transforma. En segundo lugar, solo contienen un 5% de grasa. Para que luego no se diga que los yankees no se preocupan por la salud.


Pero aun más llamativo es ese atardecer del envase, esos montes al fondo, esos cactus, ¿no disparan su imaginación? Yo me trasladé mágicamente a Monument Valley y me sentí momentáneamente… pues no sé, como un Alan Ladd o un Richard Widmark o como el hombre Marlboro, contemplando esas distancias infinitas mientras mascaba mi tira de carne de vaca marinada. Cierren, cierren los ojos, que se lo imaginarán ustedes también.

Pequeña Morla quiere sentirse una mujer Marlboro


Pero bueno, ¡el tiempo ha pasado volando! El timbre del horno ha zumbado. Nuestros manjares ya están listos. Miren el resultado final. Fabuloso.


Ya sólo quedaba sentarse a la mesa y degustar estas viandas, todo ello regado con una gaseosa bien fresquita. Ya todo daba igual. Que las patatas supieran y tuvieran la consistencia del plástico; que aquello rebozado pudiera haber sido champiñones como pudiera haber sido alcachofa cocida; que las tiras de carne estuvieran correosas y gozaran de un sabor dulzón infecto; que después de dos mordidas comenzáramos a sentirnos enfermos… no, nada de eso importaba. Porque durante unos breves momentos nos sentimos tan estadounidenses como uno de Wisconsin. Y eso, eso, no tiene precio.

¡Yo sacrifiqué mi vida para que tu pudieras

disfrutar de estas mierdelicias™!

8 Comments:

At julio 20, 2005 11:35 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ja ja ja...Olé mis niños! Qué valientía la suya! Yo no hubiera osado nunca a probar esas tiras de carne. Son como gominolas de vaca.

 
At julio 21, 2005 12:37 a. m., Blogger Hijo Tonto said...

Ahora ya es mi héroe...

 
At julio 21, 2005 10:19 a. m., Blogger Carolink said...

Yo también tengo un osito Mikey ... duerme conmigo por las noches.

 
At julio 21, 2005 10:38 a. m., Anonymous Anónimo said...

Los champiñones rebozados no tienen mala pinta...

 
At julio 21, 2005 2:57 p. m., Blogger Dr Zito said...

Amanda: Lo de las "gominolas de vaca" es excelso y muy cercano a la realidad. Le mando unas si quiere.

Hijo Tonto: ...

Carolink: Usted es consciente de que eso que ha dicho se pued einterpretar de muchas maneras.

Noel: Esa misma impresion me dio a mi, pero luego...

 
At julio 21, 2005 4:16 p. m., Blogger Jacobo Cardenal said...

Pero estas mierdas son las que le dan sal a la vida!

 
At julio 21, 2005 5:33 p. m., Blogger Hijo Tonto said...

¿Cómo no va a ser usted mi héroe si lleva a cabo tan peligrosas misiones?

 
At julio 21, 2005 10:02 p. m., Anonymous Anónimo said...

¡En mi casa no se comen alimentos que violan la segunda ley de la termodinámica! ¡Qué vergüenza!

 

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