domingo, julio 23, 2006

Los europeos llevamos más de cien años leyendo guerras en los periódicos

Antes propias. Ahora ajenas.

Y nadie va a hacer nada.

domingo, julio 09, 2006

La Teodicea

…entonces miré el cielo y vi una cara. No es que realmente
la viera, pero la cara estaba allí, y no era humana; era un
gran rostro de perfecta maldad. Era inmensa, llenaba un
cuarto de cielo. Tenía las cuencas de los ojos vacías, era
metálica y cruel. Lo peor de todo es que era Dios.
"

Philip K Dick


Solitario y peripatético en su paseo por Auschwitz, Benedicto XVI se pregunta “¿por qué, Señor, has tolerado esto?” No mucho después, el arzobispo de Valencia, en la homilía por las víctimas del reciente accidente parafrasea al Pontifex Maximus y clama al mismo cielo “¿Dónde estaba Dios en ese momento?” Y es que ser católico no es lo que era. Ahora puedes ser Papa o prelado y dudar.

Es una calurosa jornada de Julio del año 307 y Lactancio, de profesión apologista cristiano, ha tenido un día literalmente de mierda. Las sandalias que compró dos veranos atrás han dicho súbitamente basta y se han desintegrado. Una auténtica tragedia dado el estado en el que se encuentran las calles de Constantinopla por estas fechas. Y es al mirar sus pies manchados con ignominiosas e innombrables sustancias cuando nuestro láctico amigo plantea por primera vez y sin saberlo el problema que 1403 años después Leibniz llamaría de la Teodicea: ¿No contradice la existencia de Dios que el mundo sea un lugar tan injusto?

Porque, argumentó Lactancio, o bien Dios quiere impedir el Mal pero es incapaz de hacerlo (lo cual mandaría al carajo Su omnipotencia) o bien puede impedirlo pero no quiere (¡entonces Dios es malo!) o tal vez ni quiere ni puede (aun peor, ¡un Dios malo y débil!) o quiere y puede hacerlo, lo cual es refutado por la existencia misma del Mal. Vaya lío. Esto mismo lo vino a decir Camus mucho tiempo más tarde cuando dudó públicamente de la existencia de una deidad que permitía el sufrimiento de los niños. Pero claro, él lo dijo en francés y así quién no te toma en serio.

Tan peliagudo problema lo arreglaron los gnósticos afirmando que el Mundo no fue creado por el Dios bondadoso y todopoderoso que nos han grabado a fuego (a algunos) desde pequeños sino por una deidad menor, por un Demiurgo malvado y juguetón que inventó la imperfección y la materia. Sin embargo el gnosticismo resultó ser como el formato Beta de las religiones: Era mejor que el VHS del cristianismo ortodoxo, pero este ultimo acabó imponiéndose por razones estrictamente comerciales.

En Febrero de 1974, Philip K Dick afirmó haber contemplado fugazmente con sus propios ojos al Demiurgo (llámenle Palmer Eldritch, llámenle VALIS). Nadie le hizo demasiado caso. Como para hacerlo. Su historial de paranoias y desequilibrios era ya extenso. Sobre todo teniendo en cuenta que ese día venía, y no es broma, del dentista. De entre los múltiples fenómenos que a partir de entonces declaró estar experimentando, Dick afirmó llevar una doble vida, como él mismo y como un cristiano perseguido por los romanos en el siglo I llamado Tomás. El Imperio nunca cayó. Contengan su risa: Dick adquirió el don de la Xenoglosia y en raptos era capaz de hablar griego antiguo, una lengua que nunca había estudiado.

Crumb lo explicó mejor. Pinchen en la imagen y disfruten.

Regresemos ahora a Julio de 2006, a Newcastle, donde Linda Walker despierta después de haber sufrido un infarto. El inicial alborozo de sus familiares se transforma en estupefacción al oírla hablar. “Esta no es mi Linda,” declara su hermano, “suena como uno de esos asylum seekers.” Y es que la pobre sufre el Síndrome del Acento Extranjero y ahora habla una extraña mezcla de jamaicano, Canadiense y eslovaco. Linda, como le ocurrió a Dick, declara que ha perdido su identidad y que le cuesta reconocerse a si misma. Quizá también algo así le sucedió a Ratzinger ante las puertas de Auschwitz, solo, compungido, vestido de blanco.

sábado, julio 01, 2006

El futuro será vintage

El episodio de Star Trek "El camino al edén," proporciona al espectador la ocasión de admirar con detenimiento la decoración de los aposentos del Sr Spock. Colores acidos y objetos absurdos, como por ejemplo uno esos plumeros hechos con tubos de plastico transparente que se iluminan en sucesión de colores y que pueden verse entre aliens cabezones y mercadotecnia de fumetas en las tiendas de regalos de nuestras ciudades.

Aunque en realidad el episodio nos brinda la oportunidad de observar la idea que del futuro tenian hace 30 años. ¿Y cuál es la conclusión? ¿Hemos decepcionado sus expectativas al arrinconar sus diseños futuristas en las más horristas estanterias de nuestra cultura? ¿O no será que el mal gusto, al contrario que la entropía, no ha aumentado, no se ha extendido con el paso del tiempo? ¿Cualquier tiempo pasado es más hortera?

Mientras intentan responder a estas preguntas que les dejo abiertas, les bombardearé con una idea aun más desasegadora. Supongamos por un momento que un tal Luke Deveraux, de profesión escritor de ciencia-ficción, desempolva dentro de unos cuantos años, en el 2264 por ejemplo, las viejas cintas de la Paramount, visiona aquella serie y otras muchas y en un giro cruel de la ironia postpostmoderna que dominará aquellos años queda fascinado por esa estética, por esa visión del porvenir primitiva y primigenia. Supongamos que Luke vive horas bajas en su carrera literaria y decide, con esta idea en mano, convertirse en nuevo gurú del interiorismo. Supongamos que tiene éxito y los hogares del futuro siglo XXIII acaban imitando los baratos decorados de una serie modesta de los años 60 del siglo XX, decorados que trataban a su vez de recrear ese mismo futuro. Y todos asentirán, con sonrisa de lado, porque será cool, porque será referencial, porque será lo más.

El futuro será como la habitación de Spock. El futuro será vintage.